10 de abril de 2014

Lo que aprendí en Tofuku ji en Kioto

Hace cuatro años en muy muy lejano , además de las enseñanzas del monje Ozeki en el mítico jardín de Daisenin, visitamos el templo de Tofuku ji, y me impactó de tal manera que allí logré detenerme, sentarme y parar la megacentrifugadora que llevo dentro y estar quieta y callada un rato. 

La contemplación del jardín de Tofuku ji en Kyoto me llevó a las siguientes reflexiones:

a veces, lo cotidiano y lo pautado marcan nuestra existencia, todo se repite, en idéntico orden y sucesión, sin que sepamos salir del tablero bicolor de la vida tal y como nos enseñaron a jugarla...


Sin embargo, si levantáramos la vista, y miráramos más allá de nuestra propia sombra...



a pocos pasos de nuestra zona de confort, encontraríamos nuevos territorios en los que adentrarnos, serpentearíamos por caminos hacia sueños que antes nunca nos atrevimos a tentar, con la posibilidad de hacernos grandes y crecer, talento y liderazgo, reinventando la versión mejorada de nosotros mismos, y por fin, volar...





Y cuatro años más tarde, sentada en mi zona de confort aunque más magullada por el esfuerzo, el paso del tiempo, las ilusiones rotas y mi constante lucha por mantener el equilibrio de lo cotidiano, me pregunto si he levantado la vista, si cómo en el jardín, me he tomado el tiempo de mirar lo que hay mas allá de mi camino y atreverme: a reinventarme, a volar. Quizá dedique los próximos días a otear. O quizá sucumba como todos los días a mi feliz e ilusa lucha en busca de la serenidad porque tal y como me enseño el monje Ozeki:

Si no me satisfago con la felicidad que ahora poseo
¿Cuándo y dónde lograré ser feliz?

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